Crujirse los dedos es un hábito común que muchas personas realizan de manera automática, ya sea por nerviosismo, estrés o simplemente por costumbre. El característico sonido de «chasquido» que se produce ha generado durante años la creencia popular de que esta acción podría ser perjudicial para las articulaciones e incluso llegar a provocar enfermedades como la artritis. Pero, ¿qué dice la ciencia moderna al respecto? En Fisio Rozas lo tenemos todo para descubrirlo a fondo.
¿Por qué crujen los dedos?
El sonido del crujido se debe a un fenómeno conocido como «cavitación articular«. Cuando estiramos o doblamos los dedos de manera rápida, incrementamos el espacio en la articulación. Esta expansión reduce la presión en el líquido sinovial, un fluido viscoso que actúa como lubricante natural en las articulaciones. Al disminuir la presión, los gases disueltos (principalmente dióxido de carbono) forman burbujas que, al colapsar o estallar, generan el característico sonido.
Este proceso no implica fricción de huesos ni daño estructural inmediato. De hecho, después de un crujido, suele necesitarse un breve periodo de tiempo antes de que sea posible volver a hacerlo, ya que las burbujas de gas deben volver a formarse. El tiempo de «refracción» puede durar entre 15 y 30 minutos.
Historia de la creencia popular
La idea de que crujirse los dedos podría causar artritis se ha transmitido de generación en generación. Esta advertencia se originó probablemente en un intento de disuadir un hábito considerado «mala educación» o molesto en contextos sociales. A falta de evidencia médica concreta en el pasado, la amenaza de una enfermedad dolorosa como la artritis era una manera efectiva de desalentar este comportamiento.
Durante años, muchos padres y abuelos advirtieron a sus hijos que crujirse los dedos podría llevar a problemas de salud como la artritis. Sin embargo, los estudios científicos modernos han desmentido esta creencia popular. La mayoría de las investigaciones concluyen que crujirse los dedos de forma ocasional no causa daño permanente en las articulaciones.
¿Es perjudicial crujirse los dedos?
Uno de los estudios más famosos en este campo fue realizado por el Dr. Donald Unger, quien se dedicó durante más de 60 años a crujir los dedos de una sola mano mientras dejaba la otra intacta. Al final de su experimento, no encontró diferencias significativas en el estado de salud articular entre ambas manos. Este estudio le valió incluso un premio Ig Nobel por su dedicación.
También investigaciones adicionales, como un estudio publicado en el «Journal of the American Board of Family Medicine», concluyeron que no existe una correlación directa entre el crujido de nudillos y la aparición de problemas articulares serios.
Aunque crujirse los dedos no daña directamente las articulaciones, realizar esta acción de manera excesiva, forzada o violenta podría irritar los tejidos blandos que rodean la articulación, como tendones, ligamentos y membranas sinoviales. Esta irritación repetitiva podría desencadenar inflamaciones, dolor crónico o incluso afectar la fuerza de agarre a largo plazo.
En algunos casos extremos, personas que tienen la costumbre de forzar constantemente sus articulaciones podrían experimentar microtraumatismos repetitivos que, a lo largo de los años, podrían contribuir a la degeneración articular, aunque estos casos son muy poco frecuentes y suelen estar asociados a otros factores de riesgo como el envejecimiento o enfermedades articulares preexistentes.
Beneficios percibidos de crujirse los dedos
Algunas personas reportan una sensación de «alivio» después de crujirse los dedos. Este efecto podría deberse a la estimulación de los receptores articulares que envían señales de «liberación» al cerebro, similar a la sensación de estiramiento o flexibilidad que se obtiene tras realizar un ejercicio de estiramiento.
Sin embargo, es importante recordar que esta sensación de alivio no implica necesariamente un beneficio fisiológico a largo plazo. Más allá de las consecuencias físicas, el hábito de crujirse los dedos puede tener implicaciones psicológicas. Muchas personas realizan esta acción como una respuesta automática al estrés, la ansiedad o la tensión. En estos casos, crujirse los dedos puede convertirse en un mecanismo de afrontamiento similar a morderse las uñas o jugar con el cabello.
En situaciones de alta demanda emocional, repetir un gesto automático puede brindar sensación de control o reducción de tensión. Identificar estos patrones puede ser el primer paso para sustituir este hábito por técnicas de relajación más saludables, como ejercicios de respiración, mindfulness o terapias de manejo del estrés.
Recomendaciones para quienes desean dejar el hábito
- Identificar los desencadenantes: Observar en qué situaciones tiendes a crujirte los dedos (estrés, aburrimiento, ansiedad).
- Sustituir el hábito: Utilizar pelotas antiestrés o ejercicios de estiramiento de manos.
- Practicar la conciencia plena: Mindfulness puede ayudarte a ser más consciente de tus acciones automáticas.
- Buscar apoyo profesional: Si el hábito es muy compulsivo o genera problemas sociales, un terapeuta puede ayudar.
Crujirse los dedos de manera ocasional no representa un riesgo significativo para la salud de las articulaciones. La ciencia ha demostrado que este hábito, en general, no está relacionado con el desarrollo de artritis ni con daños articulares graves. Sin embargo, como en muchos aspectos de la salud, la moderación y la atención a las señales del cuerpo son fundamentales.
Si el acto de crujirse los dedos se vuelve compulsivo, doloroso o genera otros síntomas, es recomendable consultar a un profesional de la salud para una evaluación adecuada. Asimismo, si la acción está vinculada al manejo del estrés, podría ser útil explorar otras técnicas de relajación o terapias conductuales que ayuden a reducir la necesidad de este comportamiento.
En definitiva, crujirse los dedos sigue siendo un tema donde la información científica nos invita a dejar de lado los mitos y a observar nuestro cuerpo con más conocimiento, respeto y conciencia de hábitos saludables.